miércoles, 28 de mayo de 2008

La kénosis!!!

Después de una larga ausencia aquí estamos de nuevo, con más ganas y un espíritu renovado para seguir compartiendo nuestra vivencia comunitaria de la kénosis. Queríamos comenzar esta reactualización del blog con una reflexión sobre nuestra esencia, sobre lo que intentamos vivir y por lo que luchamos diariamente: la kénosis.

Dice el Señor:
“Tengan unos con otros los mismos sentimientos
que tuvo Cristo Jesús.
Él, siendo de condición divina,
no se aferró a su igualdad con Dios,
como algo que debía guardar celosamente,
sino que se redujo a nada y
tomando la condición de servidor,
se hizo semejante a los hombres.
Presentándose con aspecto humano,
vivió y sintió como hombre,
se humilló a sí mismo, hasta aceptar
por obediencia la muerte, y muerte en una cruz.
Por eso Dios lo engrandeció y le dio el Nombre
que está sobre todo nombre.
Para que al Nombre de Jesús se doble toda rodilla,
en los cielos, en la tierra y en los abismos;
y toda lengua proclame: Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre”.


El himno cristológico que hace San Pablo en la Carta a los Filipenses, y que exalta la kénosis del Señor, es la raíz que da fundamento a nuestro nombre como comunidad. En él, Pablo nos habla de la condición divina de Cristo y nos revela una doble trayectoria:

- Por un lado, está el abajamiento del Hijo de Dios cuando, en la Encarnación, se hace hombre por amor a los hombres. Desciende a este mundo humano y terreno, renuncia a su condición divina, se hace nada (anonadamiento). Este «vaciamiento» de su gloria divina, es llevado hasta sus últimas consecuencias: la muerte en cruz, el suplicio de los esclavos, que lo ha convertido en el último de los hombres, haciéndolo auténtico hermano de la humanidad sufriente y pecadora.

- Por otro lado, está la elevación triunfal, que se realiza en la Pascua, cuando Cristo es restablecido por el Padre en el esplendor de la divinidad y es celebrado como Señor por todo el cosmos y por todos los hombres ya redimidos.

Nos encontramos en este himno paulino, ante una grandiosa relectura del misterio de Cristo, sobre todo, del Cristo pascual. San Pablo, además de proclamar la resurrección, recurre también a la definición de la Pascua de Cristo como «exaltación», «elevación» y «glorificación». Por tanto la kénosis debe interpretarse como muerte a nosotros mismos, en el sentido de entrega y renuncia de nuestro yo, para entregarnos a los demás.
Este cántico, que fundamenta nuestro sentido de pertenencia a la comunidad, es una síntesis perfecta de la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre y elevado como Señor, al servicio de los hombres y de Dios Padre. Aquí se sintetiza lo más elemental de nuestra fe: el poder que tuvo Cristo le fue concedido por su humildad y por su actitud de servicio hacia los hombres.
Esta comunidad, en nombre de Cristo, además de invitarnos a apostolar a los adolescentes, nos invita a vivir la kénosis del Señor.
Pasan los años y más debemos convencernos de lo que anunciamos en nuestra comunidad: “Luchar por nuestra santidad, tratando de imitar los mismos sentimientos que tuvo Cristo, viviendo la kénosis, contagiando nuestra alegría (que se renueva en Cristo resucitado) a los adolescentes”.
Esto no es poco y tal vez estamos lejos de tener los mismos sentimientos que Cristo, pero estamos convencidos de que esta lucha vale la pena.
Ya comenzó un nuevo año de apostolado cargado de ilusiones, de expectativas, de nuevos desafíos, porque la realidad de los adolescentes es cada vez más compleja y difícil. Pero acá estamos, firmes en nuestra fe, con un espíritu renovado y dispuesto a asumir los nuevos desafíos y responder a los signos de los tiempos.

¡Señor Jesús!
Te pedimos por los jóvenes y adolescentes,
que son la esperanza del mundo.
No permitas que se dejen llevar
por ideologías mezquinas.
y que descubran el Camino.
Enséñales la Verdad que libera,
que rompe las cadenas de la injusticia,
Cuídalos, protégelos,
enséñales el valor de la verdadera Vida.
Amén